lundi 1 août 2016

Desde la parroquia asuncionista Emperatriz de América a Casa Manuel...

Llegué a México el 6 de octubre 2015 desde Quebec en Canadá como misionero en México. Mi primera comunidad de vida fue la de la parroquia asuncionista Emperatriz de América (calle Mercaderes 99, Benito Juárez, 03900 Ciudad de México). Ahora dejo esta comunidad para ir a Casa Manuel, lugar de acompañamiento de los jóvenes que quieren ser sacerdotes asuncionistas.

A veces, despedirse resulta misión difícil, especialmente después de experiencias entrañables y momentos de armonía. Pero ha llegado el momento de irme. Doy gracias a Dios por los grandes beneficios que me ha concedido durante estos nueve meses en la parroquia. Aquí está el discurso que hice el día de despedirme de esta comunidad:

          Al fin de esta misa y después de nueve meses de vida en esta parroquia, siento la obligación de darle gracias a Dios por su amor y por acompañarme todos los días que he vivido aquí y por su apoyo en el apostolado. Doy gracias a todos ustedes por su amor y amistad. Ustedes han construido una parroquia con piedras vivas, con corazones generosos y entregas desinteresadas.

Les agradezco y recibo con gusto sus muestras de afecto y agradecimiento y las ofrezco al Señor. Él es el autor de todo lo bueno y verdadero que haya podido haber en mis palabras y en mis actuaciones. A Él por siempre la gratitud, el amor y la alabanza.

         Al Señor le doy las gracias por el don de la vida, la fe y la salud, la colaboración de tantas personas con disponibilidad y generosidad. Gracias a Él y a ustedes que me han ayudado a sentirme en casa, a seguir mejorando mi español, a mantener viva la fe en Cristo. Me voy muy edificado y sorprendido por su fe y su generosidad. Y a la vez les pido perdón por no haberlo hecho mejor.

Voy a la comunidad de Casa Manuel, para vivir con los jóvenes. Creo que es una experiencia muy bonita, en la que uno tiene la oportunidad de acompañar a gente joven que se plantea la posibilidad de la vida religiosa y del sacerdocio. Es otra etapa que empieza y que deseo vivir con ilusión gracias a la ayuda de Dios. A la vez me da tristeza dejar todas las relaciones, personas queridas con quienes hemos compartido la experiencia de vida.

Mi gratitud vaya hacia Él que con tanto mimo me cuida y a todos los que tanta paciencia y cariño me han demostrado. Que Dios los premie todo el bien que me han procurado. Gracias a todos los hermanos sacerdotes que me han ayudado en este tiempo: Gary Perron, que me ayudó mucho en corregir mis homilías, Flavio Bustos Castillo como párroco; y las ayudas que he recibido de tantos hermanos en el presbiterio así que en la asunción.

He vivido unos meses muy intensos y momentos felices e importantes de convivencia tanto en la vida comunitaria como en la vida parroquial; los encuentros comunitarios, las celebraciones eucarísticas, las confesiones, los cumpleaños, las misiones fuera de la ciudad de México, especialmente con los jóvenes, la oración con la comunidad de San Egidio, etc.

No nos desanimamos por nada. Lo más importante no son las personas que vamos y venimos, y solo estamos de paso, sino que trabajemos por la construcción del Reino de Dios. No perdamos de vista el objetivo en todo lo que hagamos.

Seguiré recordando a esta querida comunidad parroquial y viniendo para ayudar en el trabajo pastoral en la medida de lo posible. Los llevo en el corazón, no los podré olvidar. Las distancias materiales no nos alejan cuando el amor nos mantiene unidos. Gracias a todos. Que Dios los bendiga y que la Madre del Amor hermoso los acompañe por el resto del camino.

Cuando vengan otros nuevos hermanos trátenles con el mismo afecto que yo he recibido. Desde este momento están todos en mis oraciones para que el Señor cumpla en cada uno de nosotros su plan maravilloso de salvación.

Sébastien Bangandu, a.a.

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