jeudi 21 juillet 2016

Ecos del retiro anual de los religiosos asuncionistas del territorio de México



Vivir un retiro es siempre una experiencia instructiva en la vida de un religioso, ya sea un retiro personal o comunitario. He tenido la posibilidad el año pasado de vivir esta misma experiencia con la comunidad asuncionista de Quebec, con el mismo predicador (John Frank), y sobre el mismo tema. Y puedo afirmar que esto no era para mí una repetición inútil, ya que cada vez es una nueva experiencia que se vive. Las cosas no tienen siempre el mismo sentido en un contexto diferente. Las palabras también.

El retiro anual de la delegación de México se efectuó del 27 de junio al 1 de julio de 2016 en un lugar magnífico de México denominado Monte Gordo, una pequeña ciudad situada a la orilla del mar, en el estado de Veracruz. El padre John Frank, un asuncionista americano y miembro del consejo general, animador de nuestro retiro, llegó a México el martes, 21 de junio a las once de la mañana.



El retiro conoció la participación de 12 religiosos venidos de tres comunidades asuncionistas de México, así como el padre John Frank, quien fue el animador del susodicho retiro. La parroquia Emperatriz de América sirvió de punto de partida. El viaje comienza a las 6h 05, con el hermano Domingo Sandoval al volante. A las 7h 45, le hacemos una pequeña escala en Huauchinango para desayunar. 


De ahí reemprendimos el viaje para llegar a Monte Gordo a las 13h30, donde recibimos una acogida muy buena por parte de Bernada Elias Burgos, Guadalupe Castillo Hernandez y Veronica Perez Cruz, todas ellas, religiosas Marianas que se ocupan de la acogida en esta casa desde hace 50 años. Inicialmente, la casa funcionaba como una clínica.



La casa está situada junto al mar con una soberbia e inexpugnable vista al mar. Hay acceso directo al jardín común que es muy tranquilo y dispuesto de una bella cabaña. Ideal para reposar, para tomar tiempo de meditación frente al mar, para hacer caminata a orillas del mar, dormir profundamente después de días de calor intenso, despertarse al sonido de las olas… La capilla, de arquitectura maravillosa, está situada al fondo del terreno.


Por otro lado, insistió en el esfuerzo que teníamos que hacer, durante este tiempo de gracia para separarnos de lo ordinario y así poder dar paso al tiempo libre de silencio y de escucha; al elevarnos para acceder, con humildad y perseverancia, al encuentro con Dios.


El retiro estuvo esencialmente orientado sobre una reactivación personal y comunitaria de nuestra Regla de vida con vistas a una mejor integración en la vida diaria de los religiosos. Ya que, para un religioso, progresar quiere decir, aceptar que debe empezar de nuevo. Y la Regla de vida es para él un camino de Evangelio. Así, vivir cotidianamente la regla de vida, es un medio de expresar de modo concreto su fidelidad a Cristo, una llamada que Él mismo nos hace. 



La vida diaria del religioso asuncionista se articula entre comunidad y apostolado, ya que, en la Asunción, estas dos realidades permanecen inseparables. Nuestra comunidad es el lugar por excelencia de nuestro apostolado y nuestro apostolado es una obra efectivamente comunitaria. Esto nos permite seguir a san Agustín, nuestro patriarca, para el cual existía sólo un solo voto, el de comprometerse a la vida común.



En efecto, para san Agustín, cuyo monasterio estuvo situado al centro de la misma ciudad de Hipona, la vida común debería hacer del religioso la levadura en la masa del mundo, mientras que para san Benedicto, cuyo monasterio fue erigido aparte de la ciudad, el religioso debe ser un testigo que vive aparte. 

      Vemos que, para Agustín, los que aceptaron seguir a Cristo deberían formar un solo cuerpo y una sola alma. Cristo es ante todo "nuestro". La obediencia es para decirlo así la desestimación clara de la imagen del individuo autónomo. Así, darse cuenta de pertenecer a una comunidad, orienta todo nuestra actuar y nuestra vida de votos… 



Esmaltada por anécdotas e historietas interesantes que nos contaba el padre John Frank antes de cada conferencia, nuestro retiro anual conoció momentos de intercambios muy interesantes e instructivos. 

     Disfrutamos de celebraciones eucarísticas bien animadas, con la liturgia de las horas integrada. Cada día, el padre John Frank nos gratificaba con una homilía muy rica y profunda. Las religiosas Marianas nos acogieron bien y alimentaron con platillos mexicanos ricos y sabrosos. Ampliamente nos abrieron las puertas de la capilla y rezamos con ellas. 



Esta fraternidad de los corazones se mostró muy viva a través de servicios diversos y comidas mexicanas muy ricas que tuvimos la alegría de compartir fraternalmente. Fue una gran alegría de vivir juntos este tiempo, que dió a nuestra vida y a nuestros compromisos de hoy, todo su sentido. 

      En la casa, también apreciamos la presencia de Chocolate, un pequeño perro muy divertido y alegre que nos perseguía por todas partes. Pero Chocolate no nos daba miedo, los enemigos más peligrosos fueron los cangrejos que todos temían su presencia especialmente en los dormitorios.

          El último día del retiro, al fin de la comida, agradecimos a las hermanas por su acogida y por todos los servicios que nos prodigaron. Por su parte, ellas nos agradecieron por nuestra presencia y sobre todo por las eucaristías diarias, ya que ellas tienen solamente cada ocho días.

La vuelta se dio a las 14h30, con un intermedio en el Tajín, donde visitamos las pirámides. En definitiva, este retiro fue un momento importante de encuentro y de consolidación de nuestro compromiso alrededor de nuestra regla de vida. Como lo repetía el animador del retiro, nos queda hacer nuestra esta frase de padre Emanuel d’Alzon que nos llama a “penetrar el mundo con una idea cristiana”. 

Mil gracias al padre John Frank, por dedicarnos su tiempo, así como al territorio de México que organizó el espacio y el tiempo. ¡Que venga tu Reino!


Sébastien Bangandu, a.a.













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