Lecturas:
1ª lectura: Jer 1, 4-10
2a lectura: 1 Pedro 1, 8-12
Evangelio: Lc 1,
5-17
Estimados
hermanos y hermanas,
Hoy celebramos la solemnidad de san Juan Bautista,
una persona muy importante en nuestro camino de fe cristiana. El Evangelio nos
narra su extraño nacimiento. Además, el nacimiento del Bautista llama la
atención sobre su originalidad y la convicción que tenían sus padres sobre el
futuro de su hijo. En efecto, Isabel y Zacarías ya sabían que su hijo era de
Dios y tenía una misión diferente de la de un niño ordinario.
No olvidemos que para los judíos, era muy
importante dejar descendencia. Así, para Zacarías hubiera sido importante
ponerle su nombre y reconocerlo así como su heredero. Pero sabiendo que ese
hijo tenía una vocación mucho más diferente, obedecieron a Dios poniéndole el
nombre de Juan, que expresa claramente que el favor de Dios era con él.
Juan iba a ser el Precursor de Jesucristo, y a esta
misión consagró su vida entera. Su misión se caracteriza por ser él que anda
delante del Señor para anunciar su llegada. Si por algo marcó la predicación de
Juan Bautista, fue porque estaba contantemente en perfecta armonía con su vida.
Su predicación iba siempre acompañado de su ejemplo, y movían a todos los que
lo escuchaban. En esto se parecía completamente a Jesús, su Señor.
El efecto de su predicación así que el impacto que
causó su forma de vivir y sus palabras llevaron algunos de sus discípulos a
pensar que él era el Mesías esperado. Con su vida y sus palabras, Juan dio
testimonio de la verdad, sin tener tampoco miedo a los que en este tiempo
tenían el poder político. Además, sin desviarse por las alabanzas de las
multitudes y sin ceder a las continuas presiones de los fariseos, vivió con
libertad su vida de precursor de Jesucristo.
Del modo de vivir de Juan, de esa coherencia entre
su estilo de vida y su fe, sale la primera y la más importante consecuencia
para nuestra vida: El Señor espera de cada uno de nosotros que también seamos
al ejemplo de Juan el Bautista, testigos de su luz. De la misma manera que
Juan, todos estamos llamados a dar testimonio de nuestro Padre, a ser testigos
de la vida de Jesucristo, a ser portadores de la Buena Nueva. La coherencia
entre lo que creemos y nuestra propia conducta, es la mejor enseñanza que nos
deja la vida de San Juan.
Finalmente, ser testigos de Jesucristo envuelve una
vida de compromiso. Pidamos al Señor que seamos como Juan, la voz que clama en
el mundo de hoy, que Jesús está viva. Que seamos siempre dispuestos a dar
testimonio de Jesús en los distintos lugares y ambientes en que transcurra
nuestra existencia diaria.
Sébastien Bangandu, a.a.
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