dimanche 1 mai 2016

VI domingo de pascua C: Seguir adelante...



Lecturas: 1ª lectura: Hech 15, 1-2. 22-29

                Segunda lectura: Apoc 21, 10-14. 22-23

                Evangelio: Jn 14, 23-29

Hermanos y hermanas,

Todas las separaciones son dolorosas, que se trate de una decisión común o de una decisión personal. De la primera separación con los padres, donde voluntariamente, se rompe el tejado familiar para volar con sus propias alas, o de una mudanza, una rotura amorosa, un divorcio, la muerte de un prójimo, etc., las separaciones son parte de nuestra vida y estructuran profundamente nuestra existencia.

Aunque son a veces etapas necesarias de nuestra vida, no constituyen menos una prueba dolorosa de pérdida y de heridas para cada uno de nosotros. Es inevitable sentir cierta sensación de fracaso y de desolación. Es lo que viven los discípulos de Jesús en este momento. En efecto, después de su resurrección, Jesús regresa a la casa de su padre. Así, sus discípulos, privados de su presencia no saben cómo seguir adelante después de esta separación con su maestro querido. 

Cabe señalar que después de la separación quedan dos caminos: aplastarse en el dolor y no salir de allí, o recomponer la fe e iniciar una vida nueva. Generalmente, queremos salir de allí para empezar una vida nueva. Y aquí, recuerdos positivos juegan una parte importante, pues son capaces de reanimar y de liberar del encierro, impulsando los deseos de volver a empezar y de disfrutar de nuevo los dones del amor. 

“El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.” A las orejas de los discípulos que lo rodeaban, que habían dejado todo para seguirlo, que se habían arriesgado para él, esta palabra resonó como una terrible duda de su buena fe. Pero Jesús lo dijo porque conocía las debilidades del corazón humano y sabía lo que amar quiere decir. Porque si nuestro corazón está hecho para amar, porque Dios nos creó así, el amor, el verdadero amor se nos queda, como algo inaccesible. 

Nuestra experiencia del amor, es que no sabemos amar verdaderamente y que la fidelidad al amor nos cuesta mucho. Precisamente, el gran recuerdo de Jesús a sus discípulos es el amor, que es el criterio distintivo de la vida de todos sus seguidores. Es un testimonio, con todo el peso que tiene esta realidad. Para Jesús, el amor es algo que permanece. Así, Jesús les aseguro que no deben angustiarse con su partida, porque su amor para ellos no se acaba con su partida.  

Además viene su Espíritu, para enseñarles todas las cosas y recordarles todo lo que les ha dicho Jesús. Antes de su partida Jesús deja su paz a sus discípulos y a todos nosotros. La paz de Cristo no es algo exterior, es un don especial del Señor, una paz interior y activa, fundada en la esperanza cierta de un mundo mejor. La paz de Cristo en su Iglesia es fruto del compromiso de amor en favor de todos. 

Estamos en el tiempo del Espíritu, y gracias a su acción, Jesús se convierte en camino por donde avanza el discípulo. Así, para vivir plenamente este tiempo, estamos llamados a difundir en el mundo el amor. Es decir que amar a Jesús es hacer caso a sus Palabras e intentar llevarlas en nuestra vida diaria.  

Finalmente, el núcleo de la vida cristiana es la vida  de  amor.  La realidad  última  y  más  profunda  es  vida  y  amor.  Este  es  el  fundamento  de  la esperanza cristiana, en medio de un mundo atraído y preocupado demasiado por el interés, la eficacia y el provecho personal. Oremos para que la llegada próxima del Espíritu Santo nos llene de alegría y reavive nuestro amor para ser testigos suyos en nuestro mundo.

Sébastien Bangandu, a.a.

Aucun commentaire: