mercredi 18 mai 2016

Miércoles de la 7a semana ordinaria C: Todos somos del Cristo



Lecturas: 1ª lectura: Sant 4, 13-17

                Evangelio: Mc 9, 38-40

Estimados hermanos y hermanas, 

 En el ser humano está la tendencia de apropiarse de las cosas. Y hoy en día, muchas personas quieren dirigir su vida según sus gustos, decidir sus pasos, tenerlo todo bajo el control de sus deseos. Olvidemos que la vida es un don gratuito de Dios. La primera lectura de hoy nos invita a poner todos nuestros planes entre las manos de Dios, autor de y dueño de nuestra vida.  

     Al lado del apetito de apropiarse de las personas y de las cosas, surge el deseo de poseer hasta Dios. Es lo que pone en evidencia el evangelio de hoy. En efecto, a fuerza de vivir con Jesús, los discípulos han llegado a creerse dueños de Jesús y que ninguna otra persona debería actuar en su nombre. La respuesta de Jesús a sus discípulos nos invita a comprender que Dios no es propiedad privada de los cristianos.  

     Esto quiere decir que deberíamos alegrarnos cuando se trabaja desde otras instancias en favor del Reino de Dios, que es justicia y paz. Pero significa también que podemos y debemos sumar nuestros esfuerzos a los de todos los hombres de buena voluntad, aunque no compartan la misma fe o se expresen en lenguas o modos distintos. La fe cristiana no puede ser un pretexto para el separatismo o la discriminación, sino fuerza de Dios para la unión de esfuerzos en favor de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad.

     Todos los seres humanos cualquiera sea nuestro origen, raza, religión, pertenecemos a la misma familia que es la humanidad. De hecho, entre seres humanos no cabe la división, ni la discriminación bajo pretexto de las diferencias. Todas las diferencias sirven para enriquecer y multiplicar la eficacia de la actividad humana, no para justificar la desigualdad, ni la discriminación, ni las hostilidades y las guerras.

     La variedad de culturas, de razas y lenguas, de religión y nacionalidades, no son un obstáculo para la unidad. Al contrario, contribuyen y enriquecen eficazmente la cultura humana. En una sociedad todas las fuerzas sociales, de signos distintos, contribuyen y hacen posible el logro del interés general. Lo malo es cuando prevalece el espíritu partidista y cada cual busca su propio interés por encima y a costa del de los otros. 

     Finalmente, el auténtico seguidor de Jesús es alguien abierto, acogedor, de ideas amplias. No se reincide solamente en lo suyo, sino que es capaz de valorar cuánto hay de auténtico en los demás. Que Dios nos conceda la gracia de vivir nuestra fe con una verdadera apertura y que nuestra fraternidad sea el signo de una comunión real con todos los que trabajan en la construcción del Reino de Dios en nuestro mundo.

                                                                                              Sébastien Bangandu, a.a.

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