Lecturas:
1ª lectura: San 3, 13-18
Evangelio: Mc 9, 14-29
Estimados
hermanos y hermanas,
Mucha
gente de experiencia ha llegado, en su vida de fe a la conclusión de que hay
que dejar a Dios ser Dios. En efecto, aunque Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza, ambos no son iguales. Dios es el Creador y el hombre su criatura. De
la veracidad de ese hecho, aunque haya quien no lo admita, emana todo lo demás,
y sobre todo, la "necesidad" del Padre de que sus hijos le
reconozcan. Es lo mismo con Jesús y sus discípulos. Jesús es el Maestro y ellos
son discípulos.
El
evangelio de este día hace un poco eco de esto. En efecto, la persona que trajo
a su hijo que fue poseído por un espíritu malo a Jesús para que lo curara se encontraba
delante de sus discípulos. Pidiéndoles que curaran a su hijo, estaba seguro de que
los discípulos estuvieran capaces de eso ya que vivían con Jesús. Por esa
persona, lo que Jesús fue capaz de hacer, sus discípulos también lo podían.
Pero
su certeza se volvió en sorpresa cuando comprobó que los discípulos no estaban
capaces de eso. Y su sorpresa sonaba como una acusación a Jesús, su maestro. Y
Jesús por su parte, asombrado de este hecho, se echó a reprenderlos. En su
consejo a sus discípulos, Jesús los reprochó, por un lado, su incredulidad, es
decir el hecho de no creer en su persona, pero también en las obras que operaba
en su presencia.
Por
otro lado, les pregunta cuánto tiempo deberá quedarse con ellos para que logren
conocerlo verdaderamente. Efectivamente, lo que llegó a los discípulos de Jesús
a veces nos ocurre. Y eso nos recuerda que somos puros humanos y que Dios queda
Dios. Eso nos recuerda también la Palabra de Jesús que dice que sin él, no
podemos hacer nada. Para llegar a actuar como Él, necesitamos su auxilio. Y
mucho más, integrar su Palabra y sus enseñanzas en nuestra manera de vivir, para
llegar a ser verdaderamente hombres de fe.
Esta
fe es algo más importante en nuestra vida cristiana. Con la fe, llegamos a
comprender que sea lo que sea lo que pidamos, lo más importante debe ser el
hecho de fijarnos en la voluntad de Dios. Que su voluntad se cumpla, porque es
Él que cura a través de lo que hacemos. Nosotros somos instrumentos de su
acción y de su misericordia.
Aunque
para Jesús los milagros parecían producirse inmediatamente, la curación de un
enfermo es un largo proceso que puede tomar tiempo para ser efectiva. Todo este
tiempo que esto toma nos inclina a la oración, a la paciencia, pero sobre todo
a la fe en Dios soberano, dueño del tiempo y de las circunstancias que actúa
según su voluntad.
Finalmente,
el evangelio de este día nos invita asumir la pedagogía de Dios, es decir su
modo de actuar que es particular y diferente del de los seres humanos. De
hecho, estamos invitados a revivificar nuestra fe en Jesús y a creer en sus
obras. Eso quiere decir que vivir con Jesús no basta. Ya que a veces cuando le
pedimos algo, queremos que lo haga de manera inmediata mientras que él sabe lo
que necesitamos verdaderamente y el momento en que lo necesitamos más. Que la
llegada del Espíritu Santo nos lleve a vivir una fe auténtica en Jesús
resucitado.
Sébastien
Bangandu, a.a.
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