dimanche 10 avril 2016

3 domingo de pascua C: Testigos del amor



Lecturas: 1ª lectura: Hech 5, 27-32. 40-41

                2ª lectura: Apoc 5, 11-14

                Evagelio: Jn 21, 1-19

          Estimados hermanos y hermanas,

Lo que nos cuenta el evangelio de hoy, es como una renovación de una aventura amorosa entre Jesús y sus discípulos. En efecto, los discípulos, después de la muerte de Jesús, llegan a un momento de desilusión y quieren romper con esta situación. Y sabemos todos que terminar una aventura amorosa y comenzar el proceso de seguir adelante no es fácil. ¿Pero, por qué quieren romper su compromiso con Jesús?  

Es porque desde su desaparición, los discípulos experimentan momentos de soledad difíciles de vivir. Sus vidas ya no tienen sentido. Parecen perder todo. No creen más en nada. Con la ausencia de Jesús, sus esperanzas se disiparon y su horizonte parece cerrado. No olvidemos que antes de su encuentro con Jesús, esta gente era responsable. Trabajan para subvenir a sus necesidades y asegurar su futuro. Algunos de ellos, como Pedro, estuvieron casados y responsables de una familia.

Hay que señalar también que a pesar de todo, lo bueno, es que viven esta ausencia de su maestro en grupo. Es decir que la fe es una realidad que se vive en comunidad, en equipo, en Iglesia. Y la comunión cristiana es muy importante para nuestro crecimiento humano y cristiano. Esto nos evita el peligro del individualismo y de la soledad que están más presentes en nuestro mundo moderno. 

Y así como no podían avanzar más, decidieron regresar a su antigua actividad, la de pescar. Se meten de lleno en su tarea diaria, la que podía permitirles realizar sus sueños. Por otra parte, esto regreso al trabajo que tenían desde siempre, les ayuda en lo sucesivo a encargarse del destino de sus vidas, sin contar con Dios. 

Pero es allí que Jesús les encuentra, al borde del lago,  allí donde les llamo un día a hacerse sus discípulos. Les encuentra en una hora muy significativa. La mañana. En el tiempo del trabajo. Es decir que nuestra vida cotidiana es el primer y más importante lugar de encuentro con Dios. Este encuentro nos recuerda que jamás podemos evitar la presencia de Dios. Está omnipresente en nuestra vida. 

Nos dice también que no estamos solos en nuestro camino, a pesar de que a veces nos parece. Del mismo modo, Cristo se hace presente en todo aquello que nos ocupa y pre-ocupa. Así no podemos encontrar la felicidad ni el éxito mientras vivimos lejos de él. La prueba de ello es que durante toda la noche, los discípulos no pescaron nada. Pero enseguida,  la presencia de Jesús en medio de ellos, cambia todo. Al seguir la consigna de Jesús, su pesca conoce un gran éxito.

Y ahora que los discípulos saben todos que el Señor está vivo en medio de ellos, Jesús quiere enviarles a través del mundo para ser testigos suyos. Pero ante todo, Jesús quiere vivir un momento de reconciliación con ellos, especialmente con Pedro que le negó tres veces. Esto es muy importante porque no podemos ser testigos de una persona con la cual no vivimos en buen término y que no amamos. Preguntando tres veces a Pedro, Jesús quiere asegurarse de la conversión de Pedro y de la fuerza de su amor para ser su testigo.

La cuestión de Jesús a Pedro es una pregunta terrible. Ya que ocurre cuando hay dificultades en la vida del amor entre dos personas. Y no es fácil responder espontáneamente, porque se necesita un profundo examen de conciencia y una  apertura de corazón de parte de la persona cuestionada. Y ahora, esta pregunta está dirigida a cada uno de nosotros. ¿A pesar de nuestras debilidades queremos bastante a Jesús, para ser sus testigos hacia nuestros hermanos? 

Sébastien Bangandu, a.a.

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